Algunos montamos playlists (desde los tiempos del cassette) teniendo en cuenta el flujo dinámico entre canciones, incluso editando silencios extra tras algunas piezas. Sin silencio no hay música.
Ya ves. Anda que pocas cintas se han grabado. Una de las cosas que más me molestaba es que no se respetaran los 3-4 segundos de rigor entre temas cuando se iban haciendo las copias. Dile ahora tú a Spoti que te deje hacer esto…
Y a toda la industria y artistas que comen de singles, y esos primeros segundos de impacto por norma, y esas nuevas reglas de fundidos creativos como los de Apple Music. Porque esa es otra, el buen DJ parece que no es quien elige bien qué pincha, sino cómo lo transiciona.
No sé porqué, pero cada vez aborrezco más y más la ciudad y desearía vivir en algún lugar un poco alejado de ella. Eso de despertarme por las mañanas y ser capaz de escuchar mis pensamientos debe estar bien.
Tal cual. Podría firmar debajo de lo que has escrito. No solo por el ruído, sino por cómo está cambiando la arquitectura de las ciudades, los flujos humanos con la gentrificación, lo poco pensadas para la infancia que suelen estar…
Hasta hace poco tenía un móvil antiguo que se llenaba cada poco tiempo con la caché de Tidal y tenía que instalar y desinstalar la app para "vaciar" la caché. Cada vez que la instalaba lo primero que hacía era desactivar la opción de 'Normalizar el volumen' y 'Reproducción automática' que vienen por defecto porque cuando esperaba el silencio final de un disco aparecía otra canción.
Vinilos. Edito vinilos. Y lo que más me gusta es escucharlos tumbada en el sofá compartiendo ese momento, como mucho, con una copa de vino. Y cuando la aguja llega al final, a veces me levanto tranquilamente a darle la vuelta. Otras me quedo ahí, en ese silencio que se hace imágenes e ideas en mi cabeza. Editar vinilos hoy en día no es romanticismo o fetichismo. Bueno sí, un poco. Es filosofía. Es posicionamiento antiautoplayinfinito. Milgracias por las acertadas reflexiones.
Un apunte acerca de las transiciones y el silencio entre una y otra canción.
Allá por los años 60 y 70 vivía en Argentina, teníamos la radio y las grabadoras de cinta y luego casstes para la música.
A lo que iba, recuerdo que al inicio o al final de cada canción el locutor de turno siempre decía el nombre de la canción y el intérprete. Era «universal», pasaba en todas las emisoras y en todos los programas. No se si se trataba de una legislación vigente (muy probable) o de una ley no escrita. Lo dábamos por hecho, era así, no nos lo cuestionabamos, pasaron muchas décadas, pero, sin que lo advirtiéramos en esos momentos, nos daba esos segundos para reflexionar sobre lo qué habíamos escuchado o íbamos a escuchar.
Hoy día tengo Spoofity, la versión popular, con publicidad, a pesar de la insistencia de Spoofity en que me pase a Premium. No lo hago ni lo haré y no es tanto por el dinero. Ese minuto de publicidad lo necesito, no por la publicidad sino por el minuto en si. Aunque no es silencio total es silencio musical que, haciendo oídos sordos a, la publicidad, me permite una pausa para reflexionar o simplemente «descansar».
Excelente manifiesto para reivindicar el silencio y la pausa en una sociedad que nos instiga a no parar en pro de la producción y el consumo. Hace meses volví al formato físico (CD) para escuchar música, para ser consciente de ella, para disfrutarla y para que deje un poso en mí. Además de lo harto que estaba de pagar por un alquiler o por anuncios constantes que rompían el ritual de la escucha, la vuelta a lo físico me permite recorrer un álbum de hace años o uno nuevo de forma completa. Esto me ha hecho ser todavía más consciente de esa pérdida de protagonismo de un verdadero acto de escuchar.
Qué difícil luchar contra el establishment del modelo de consumo cultural actual, aunque siempre podemos hacer pequeños gestos. Un abrazo, compañero.
Gracias por leer y comentar! Creo que lo importante realmente es ese pequeño gesto, porque es el que guía la experiencia de cada cual. Cuidar la experiencia de consumo artístico o cultural para mejorar el propio acto y respetar nuestra atención es lo ideal. La mejora es evidente desde el segundo uno. Abrazo de vuelta! 🫂
Soy de las que escucha el álbum entero y cuando termina y se hace el silencio sonrío satisfecha; unos segundos después rompo ese silencio y digo en alto “qué bueno es este álbum, me lo voy a poner otra vez”, y a la segunda escucha aún lo disfruto más
Brillante, Plasu. Décadas de experimentación con el silencio en época contemporáneo para que acabe machacada y engullida por el sistema en todos sus ámbitos. Muerte a la radio infinita. Cada vez más raro, fuera de consumidores habituales de música, gente de nuestros entornos escuchando discos enteros. O esa impresión me da.
En los ratos que mi profesión me permite, soy músico, y cuando grababa discos, una de las cosas que mirábamos al masterizar es la duración de los silencios entre corte y corte. No poníamos un estándar fijo. Escuchábamos cada uno de ellos, porque en ocasiones la canción pedía respirar más, y en ocasiones pedía un silencio cortísimo seguido de un nuevo corte que "sobresaltara". Realmente cambia la intención. No son pocas veces las que pensé que estos líos mentales el oyente ni los apreciaba, pero se trata de pulir tu material al máximo.
Respecto al autoplay de Spotify, debo reconocer que gracias a él, he hecho grandes descubrimientos musicales de bandas que desconocía y tengo que decir que en eso me he beneficiado bastante del algoritmo, sin embargo sí veo un gran valor en hacer una pausa al finalizar un álbum. Tomar un respiro y digerir lo que se acaba de escuchar. Al fin y al cabo los grupos damos mucha importancia al orden, a la dinámica y sobre todo al cierre, como para no parar y valorarlo unos segundos al menos. Especialmente con discos de cierta intensidad (has citado Dream Theater, y aquí metería todo el prog clásico). Bueno en realidad con toda la música hecha con corazón.
En fin, me ha gustado mucho y por aquí hay un seguidor más.
Gracias, Alberto, por pararte a leer y a comentar. El autoplay también permite descubrir cosas, claro está, pero por norma general la digestión de ese batiburrillo de temas que presenta es completamente acrítica y al final no sabemos ni qué hemos escuchado. Un saludo!
Para empezar, me proclamo tu fan número uno, por coincidencia de intereses y porque me encanta tu estilo. Y ahora ya comento.
El horror al vacío sonoro no incumbe solo a la música: a mí me tiene perpleja el fenómeno podcast, que depende de cuál es como meter una tertulia de amigos en el bar en tu salón, o directamente en tu oreja. ¿Por qué?
Otro fenómeno que me espanta es el de la música lo-fi: esas cuentas de YouTube que publican vídeos de diez horas con la misma sosada en bucle, con una imagen de una chica escribiendo en su diario, auriculares puestos y un gato durmiendo plácidamente. ¿Se supone que es para relajarse?¿para estudiar? ¿para mirar el meneo de la cola del gato y entrar en trance?
Todo esto no son preguntas retóricas: quiero que venga alguien y me lo explique. Casi que lo exijo.
Por cierto, tu artículo me ha hecho recordar una anécdota que me contó una mujer: su marido andaba todo el día con los auriculares puestos por casa y nunca podía hablar con él. Creo que esta escena merece un microrrelato.
Gracias por el comentario, qué alegría leerte. Lo del podcast es como tener gente hablando de fondo para no quedarse solo, una especie de compañía prefabricada.
Y el lo-fi…: música que no se escucha, solo ocupa espacio. De ascensor, pero fuera de él. Un silencio domesticado.
La escena del marido con auriculares es bastante real hoy, un retrato perfecto de cómo vivimos aislados aunque estemos juntos. Ese microrrelato quiero leerlo ;)
Algunos montamos playlists (desde los tiempos del cassette) teniendo en cuenta el flujo dinámico entre canciones, incluso editando silencios extra tras algunas piezas. Sin silencio no hay música.
Ya ves. Anda que pocas cintas se han grabado. Una de las cosas que más me molestaba es que no se respetaran los 3-4 segundos de rigor entre temas cuando se iban haciendo las copias. Dile ahora tú a Spoti que te deje hacer esto…
Y a toda la industria y artistas que comen de singles, y esos primeros segundos de impacto por norma, y esas nuevas reglas de fundidos creativos como los de Apple Music. Porque esa es otra, el buen DJ parece que no es quien elige bien qué pincha, sino cómo lo transiciona.
No sé porqué, pero cada vez aborrezco más y más la ciudad y desearía vivir en algún lugar un poco alejado de ella. Eso de despertarme por las mañanas y ser capaz de escuchar mis pensamientos debe estar bien.
Tal cual. Podría firmar debajo de lo que has escrito. No solo por el ruído, sino por cómo está cambiando la arquitectura de las ciudades, los flujos humanos con la gentrificación, lo poco pensadas para la infancia que suelen estar…
Totalmente, en mi caso, València se está convirtiendo en un parque temático. Igual que la mayoría de las ciudades españolas, en realidad.
Me encantó tu texto. Que debí decirlo antes de nada ;)
Gracias, majo! 🤗
Totalmente de acuerdo 😊
Hasta hace poco tenía un móvil antiguo que se llenaba cada poco tiempo con la caché de Tidal y tenía que instalar y desinstalar la app para "vaciar" la caché. Cada vez que la instalaba lo primero que hacía era desactivar la opción de 'Normalizar el volumen' y 'Reproducción automática' que vienen por defecto porque cuando esperaba el silencio final de un disco aparecía otra canción.
Son un auténtico horror.
Vinilos. Edito vinilos. Y lo que más me gusta es escucharlos tumbada en el sofá compartiendo ese momento, como mucho, con una copa de vino. Y cuando la aguja llega al final, a veces me levanto tranquilamente a darle la vuelta. Otras me quedo ahí, en ese silencio que se hace imágenes e ideas en mi cabeza. Editar vinilos hoy en día no es romanticismo o fetichismo. Bueno sí, un poco. Es filosofía. Es posicionamiento antiautoplayinfinito. Milgracias por las acertadas reflexiones.
¡Qué guay! Me flipan los healthyliving!!!
A mí también :)
Un apunte acerca de las transiciones y el silencio entre una y otra canción.
Allá por los años 60 y 70 vivía en Argentina, teníamos la radio y las grabadoras de cinta y luego casstes para la música.
A lo que iba, recuerdo que al inicio o al final de cada canción el locutor de turno siempre decía el nombre de la canción y el intérprete. Era «universal», pasaba en todas las emisoras y en todos los programas. No se si se trataba de una legislación vigente (muy probable) o de una ley no escrita. Lo dábamos por hecho, era así, no nos lo cuestionabamos, pasaron muchas décadas, pero, sin que lo advirtiéramos en esos momentos, nos daba esos segundos para reflexionar sobre lo qué habíamos escuchado o íbamos a escuchar.
Hoy día tengo Spoofity, la versión popular, con publicidad, a pesar de la insistencia de Spoofity en que me pase a Premium. No lo hago ni lo haré y no es tanto por el dinero. Ese minuto de publicidad lo necesito, no por la publicidad sino por el minuto en si. Aunque no es silencio total es silencio musical que, haciendo oídos sordos a, la publicidad, me permite una pausa para reflexionar o simplemente «descansar».
¡Qué bueno! :)
Excelente manifiesto para reivindicar el silencio y la pausa en una sociedad que nos instiga a no parar en pro de la producción y el consumo. Hace meses volví al formato físico (CD) para escuchar música, para ser consciente de ella, para disfrutarla y para que deje un poso en mí. Además de lo harto que estaba de pagar por un alquiler o por anuncios constantes que rompían el ritual de la escucha, la vuelta a lo físico me permite recorrer un álbum de hace años o uno nuevo de forma completa. Esto me ha hecho ser todavía más consciente de esa pérdida de protagonismo de un verdadero acto de escuchar.
Qué difícil luchar contra el establishment del modelo de consumo cultural actual, aunque siempre podemos hacer pequeños gestos. Un abrazo, compañero.
Gracias por leer y comentar! Creo que lo importante realmente es ese pequeño gesto, porque es el que guía la experiencia de cada cual. Cuidar la experiencia de consumo artístico o cultural para mejorar el propio acto y respetar nuestra atención es lo ideal. La mejora es evidente desde el segundo uno. Abrazo de vuelta! 🫂
Soy de las que escucha el álbum entero y cuando termina y se hace el silencio sonrío satisfecha; unos segundos después rompo ese silencio y digo en alto “qué bueno es este álbum, me lo voy a poner otra vez”, y a la segunda escucha aún lo disfruto más
Brillante, Plasu. Décadas de experimentación con el silencio en época contemporáneo para que acabe machacada y engullida por el sistema en todos sus ámbitos. Muerte a la radio infinita. Cada vez más raro, fuera de consumidores habituales de música, gente de nuestros entornos escuchando discos enteros. O esa impresión me da.
Gracias, Ferri! 125 años de música tirados a la basura, solo para llenar las arcas de Daniel Ek. ATPC toda su estirpe.
En los ratos que mi profesión me permite, soy músico, y cuando grababa discos, una de las cosas que mirábamos al masterizar es la duración de los silencios entre corte y corte. No poníamos un estándar fijo. Escuchábamos cada uno de ellos, porque en ocasiones la canción pedía respirar más, y en ocasiones pedía un silencio cortísimo seguido de un nuevo corte que "sobresaltara". Realmente cambia la intención. No son pocas veces las que pensé que estos líos mentales el oyente ni los apreciaba, pero se trata de pulir tu material al máximo.
Respecto al autoplay de Spotify, debo reconocer que gracias a él, he hecho grandes descubrimientos musicales de bandas que desconocía y tengo que decir que en eso me he beneficiado bastante del algoritmo, sin embargo sí veo un gran valor en hacer una pausa al finalizar un álbum. Tomar un respiro y digerir lo que se acaba de escuchar. Al fin y al cabo los grupos damos mucha importancia al orden, a la dinámica y sobre todo al cierre, como para no parar y valorarlo unos segundos al menos. Especialmente con discos de cierta intensidad (has citado Dream Theater, y aquí metería todo el prog clásico). Bueno en realidad con toda la música hecha con corazón.
En fin, me ha gustado mucho y por aquí hay un seguidor más.
Gracias, Alberto, por pararte a leer y a comentar. El autoplay también permite descubrir cosas, claro está, pero por norma general la digestión de ese batiburrillo de temas que presenta es completamente acrítica y al final no sabemos ni qué hemos escuchado. Un saludo!
Dream theater! 🔥
Toda mi juventud entera pasa por ellos.
Para empezar, me proclamo tu fan número uno, por coincidencia de intereses y porque me encanta tu estilo. Y ahora ya comento.
El horror al vacío sonoro no incumbe solo a la música: a mí me tiene perpleja el fenómeno podcast, que depende de cuál es como meter una tertulia de amigos en el bar en tu salón, o directamente en tu oreja. ¿Por qué?
Otro fenómeno que me espanta es el de la música lo-fi: esas cuentas de YouTube que publican vídeos de diez horas con la misma sosada en bucle, con una imagen de una chica escribiendo en su diario, auriculares puestos y un gato durmiendo plácidamente. ¿Se supone que es para relajarse?¿para estudiar? ¿para mirar el meneo de la cola del gato y entrar en trance?
Todo esto no son preguntas retóricas: quiero que venga alguien y me lo explique. Casi que lo exijo.
Por cierto, tu artículo me ha hecho recordar una anécdota que me contó una mujer: su marido andaba todo el día con los auriculares puestos por casa y nunca podía hablar con él. Creo que esta escena merece un microrrelato.
Gracias por el comentario, qué alegría leerte. Lo del podcast es como tener gente hablando de fondo para no quedarse solo, una especie de compañía prefabricada.
Y el lo-fi…: música que no se escucha, solo ocupa espacio. De ascensor, pero fuera de él. Un silencio domesticado.
La escena del marido con auriculares es bastante real hoy, un retrato perfecto de cómo vivimos aislados aunque estemos juntos. Ese microrrelato quiero leerlo ;)
Pues he debido tomar demasiado café hoy en el desayuno y ya lo he publicado xD